Dos noticias sacudieron el tablero de los acontecimientos estos últimos días: 1) la propuesta de la posible convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente -ANC-, y, 2) la suspensión del cese al fuego entre el gobierno y el Estado Mayor Central de las Farc, organización comandada por Iván Mordisco. Sobre ellas se ha escrito demasiado, especialmente sobre la ANC, donde se unen en contra desde la extrema derecha pasando por el centro y algunos intelectuales, que analizan horrorizados esta posibilidad.
Es claro que el presidente Petro está acorralado en el Congreso de la República. Sus reformas sociales van a naufragar. Los congresistas le han sacado puestos y seguramente otras dádivas al gobierno y sin embargo, votan en contra de las iniciativas del cambio. Además, ministros claves vienen siendo llamados a ese recinto con la espada de Damocles a responder al propósito de moción de censura. El propósito de la oposición es no dejar gobernar al primer gobierno de izquierda para seguir mostrando como incapaz y ofrecerse como alternativa, luego que han sido un desastre en el ejercicio del poder que siempre han detentado.
La ANC es una figura de la Constitución para reformarse. Recordar que el artículo 374 de la Constitución define que esta puede ser reformada por el Congreso, por una Asamblea Constituyente o por el pueblo mediante un referendo. Debemos tener en cuenta que, este tipo de propuestas se vienen haciendo desde 1986 en el proceso de paz con el EPL, cuando su vocero Oscar William Calvo (que fue asesinado), esgrimió la iniciativa de una constituyente para impulsar una apertura democrática. Luego, veríamos como, después de muchas discusiones esta idea vio la luz.
El debate está servido. Todos los colombianos hablarán de esta propuesta y desde ya conviene hacer pedagogía sobre la ANC y sus implicaciones. Si los grandes caciques políticos como Vargas Lleras, César Gaviria, Álvaro Uribe y hasta Claudia López se unen en contra, por algo será. La soberanía del pueblo asusta a los clanes, a quienes han usufructuado el poder desde siempre y a los nuevos advenedizos recién graduados como opositores como la exalcaldesa de Bogotá.
Sobre la suspensión del cese al fuego con el EMC de las Farc, era necesario ante los crímenes y vejaciones que han cometido contra las comunidades indígenas del Cauca. Según el presidente Petro, esta guerrilla, “… no dio desde el principio ninguna señal de querer un proceso serio de paz”. No se le permitirá fortalecerse militarmente utilizando a la población civil, ni financiarse con la economía ilícita originada en el narcotráfico.
Al presidente Petro se le agotó la paciencia con estos narcotraficantes disfrazados de guerrilla disidente. Les había hecho concesiones sin recibir nada. Les brindó estatus político, protagonismo mediático, especialmente a Iván Mordisco y además un cese al fuego, asumiendo un enorme costo político al ser señalado de cómplice de estos bandidos y de fomentar la impunidad.
Seguirán los vientos huracanados en la política. La polarización irá creciendo y veremos a los medios de comunicación haciendo su papel de martillar inclementemente al gobierno por su propósito de seguir hacia adelante con sus reformas y perseverar en la búsqueda de la paz.
Aún con todos estos elementos complejos, es más que nunca vigente el llamamiento a la concordia y la reconciliación entre los colombianos que nos hace el Congreso Nacional de Paz que acaba de realizarse en Bogotá la semana anterior y sobre el cual escribiré la siguiente columna.
“… La historia lleva su carro y a muchos nos montará, por encima pasará de aquel que quiera negarlo”, decía José Martí, poeta cubano. Los cambios sociales en el país son imperativos y por más que se opongan grandes intereses, la luz brillará en la oscuridad.