En la pasada columna me referí a la importancia del voto honesto y responsable como instrumento para cambiar las prácticas clientelistas y politiqueras en nuestra región.
Me tildaron algunos de iluso e idealista. Señalaban que era imposible que la gente se apersonara de tomar una decisión independiente y que ejerciera el libre albedrío cuando de votar en unas elecciones se tratara. Para estas personas estamos indefectiblemente condenados a repetir la historia hasta la saciedad. Ellas consideran que este problema estructural del desarrollo no lo resuelve nadie.
Resulta por lo menos paradójico que se piense así. Lo primero a propiciar es una masiva participación electoral el próximo 29 de octubre. Si se aumentase sustantivamente la participación, es poco probable que los tentáculos del clientelismo puedan abarcar todo el universo y muy seguramente habría una importante y decisiva cantidad de ciudadanos no contaminados por esta práctica. Estas personas muy seguramente tomarían una decisión electoral de una manera libre y ojalá informada.
Aquí viene un aspecto crucial. La necesidad de generar información y educación política ciudadana. En otros momentos se emprendieron campañas importantes para que el ciudadano participara en las elecciones con criterio e informado de las calidades de los candidatos y de la naturaleza y viabilidad de sus propuestas. Se debe recordar la campaña: Tolima vota bien, en donde varias instituciones promotoras del desarrollo se articulaban para su impulso y se lograba un relativo impacto en la definición del comportamiento electoral ciudadano.
Conviene una réplica masiva de esta campaña, ojalá en todos los municipios. Necesitamos reorientar la manera de vivir la política, buscando superar los problemas ya señalados. Que importante sería que la educación política fuera algo trabajado permanentemente para garantizar una participación electoral consciente y no algo solo coyuntural. Aquí vuelve a cobrar importancia las escuelas ciudadanas y los procesos formativos basados en la educación popular, en donde el estudiante se convierta en un sujeto transformador de su territorio.
Un papel clave en esta educación política la deben hacer también los partidos políticos. Estas agrupaciones deberían formar a la ciudadanía alrededor de sus propuestas sobre la forma de organizar la sociedad. Dejar clara su orientación ideológica y no ser meramente instrumentos para llegar a disputar unas elecciones. No es suficiente con que estos movimientos se preparen para ganar una contienda electoral, sino que también se formen para el ejercicio del gobierno.
En cada municipio y en el departamento se deben propiciar foros con los candidatos para que la ciudadanía no solamente los escuche. Las personas y las organizaciones tienen un legítimo derecho a proponer ojalá a través de agendas construidas participativamente en procesos sociales. Es generar condiciones de ejercicios de gobernabilidad democrática en donde los sectores y comunidades dejen de ser convidados de piedra para asumir un rol activo y protagonista.
Las campañas entran en la recta final y conviene promover buenas prácticas políticas. Enarbolar las banderas de la responsabilidad y honestidad ciudadana en el ejercicio electoral no es una candidez ni una ingenuidad, al contrario, es una necesidad para enaltecer un ejercicio que debe permitir el robustecimiento de una democracia cada vez más participativa.