Dirección

Manzana K Casa 13
Entrerios II

Horarios

Lun – Vir : 9:00AM – 4:00PM
Sab – Dom : Cerrado

a
Noticias
Vamos al parque a mirar las estrellas
abril 07, 2020

Por: Julio Galán

Esta circunstancia a la que nos hemos visto abocados por la pandemia y las medidas de control establecidas por los gobiernos para evitar daños mayores, permitirá ojalá, remirar el mundo. Pero sobre todo redefinir el comportamiento de los humanos con respecto al mismo.

Ya la misma naturaleza ha dado los primeros pasos permitiéndonos ver aguas más claras en ríos y mares, o animales retomando espacios que le fueran propios como en Nariño los cóndores, en Bogotá los zorros o los delfines en Cartagena.

Por el lado del componente humano algo ha empezado a plantearse, cuando periódicos importantes para el mundo o premios nobel de economía señalan la necesidad de re-direccionar la economía o “regenerar el capitalismo para acabar con un neoliberalismo que ha tenido resultados desastrosos”[1].

Particularmente en los territorios con los cuales nos articulamos –hablo específicamente del municipio de Ataco- la dinámica que se ha llevado a cabo por parte de los habitantes asociados a las organizaciones acompañadas, ha sido la de seguir las normas de cuidado, protección y circulación que se establecieron. Algunos tomaron esa decisión en acuerdo conjunto de sus asociaciones y otros de forma individual, pero en actitud común con los otros asociados.

Este hecho es importante de resaltar, en la medida que les ha permitido dedicar buena parte de su tiempo a fincas y familias, abriendo la posibilidad de mirarse a sí mismos, entre otras en torno a su producción, a mecanismos comunitarios de recolección y a su auto-sostenibilidad.

Algunos se cuestionan la dependencia que tienen de un solo tipo de cultivo en sus fincas, junto con las prácticas poco amigables con el medio ambiente. Si produjéramos como cuando yo era chino ¡En la finca había de todo! Tendrían variedad de productos y no dependerían de un solo comprador en el mercado.

De igual forma, el temor a que la infección que pueda llegar desde el exterior, específicamente para los tiempos de cosecha –abril, mayo, junio- les plantea la urgencia de establecer mecanismos propios, autónomos, tales como la mano vuelta, la minga, entre otros, para la recolección de los productos, “con gente conocida de la misma región”.

Recobran también vigencia propuestas que han contado con mínima escucha y han sido poco acogidas por la mayoría de ellos mismos, tales como la de las huertas caseras, las cocheras o los galpones. Cuestionándose la dinámica de tener que comprar los huevos traídos de Bogotá o de tener que salir al centro poblado a comprar tomates, verduras, ahuyama, yuca o cilantro pudiendo ellos mismos abastecerse de esos productos e incluso hasta comercializarlos y obtener alguna rentabilidad.

Durante este tiempo se ha tenido la posibilidad o al menos la disponibilidad de tiempo, planteándose la importancia de reconsiderar esas dinámicas, de encontrarle validez a prácticas históricas, junto con la viabilidad de trabajar lo que les es propio, les gusta, les motiva y seguramente les renta. Pero también, para luego de terminar labores agrícolas llegar a casa, donde se encuentra la familia y salir a caminar por su finca o su vereda, buscar el sitio que les es más agradable y seguro, donde los niños pueden jugar tranquilamente -en el que no por otra razón lo denominan “el parque”- y dedicarse a compartir lo hecho durante el día de cada uno y en el transcurrir de la tarde – noche, simplemente, “mirar las estrellas, porque desde allí se ven más bonitas”.

[1] Stiglitz. Eldiario.es

Compartir en: